lunes, 23 de febrero de 2009

Ravalajear

"When Manuel Vázquez Montalbán died suddenly last October,
the city of Barcelona went into serious mourning
"
Jill Adams

A veces me pongo a buscar Barcelona. Cada vez es más difícil encontrarla, ves algún bar, alguna calle, no siempre es una visión unitaria, quizás sea un friso o una barra, o simplemente un abuelo sentado con sus pantuflas en un parque viendo como los skaters vuelan por lo aires en esas tablas con ruedas. Es la barna que se resiste al arrollador poder de la especulación, a los lavados de cara políticos, a la masificación turística...

Son más pinceladas, improntas que huelen a tabaco y a whisky entre sedas modernistas, algunos rostros, algunos adoquines... Los veo en los rostros de los mimos de las Ramblás mientras se pintan o se toman un café antes de que empiece la función, los de verdad no los maniquíes para la foto; son esos obreros con su bocata envuelto en papel albal que se sientan en una terraza para pedir dos medianas y un plato de olivas.

Esta pequeña intrahistoria que va desapareciendo entre sandalias con calcetines y despedidas de soltero de narices rojas, desaparece mientras se decapa la piedra caliza de los edificios para que parezcan más nuevos. Es la Barcelona que es más fácil de encontrar en un libro de Vázquez Montalban, Juan Marsé o Eduardo Mendoza, que en sus mismas calles.

Me da la impresión de que esta ciudad es un cubo de plastilina y se adapta a los tiempos como un molde. Contra las "Ciudades de la Memoria" de Benjamin, esta es una urbe ultra-moderna, con tres catedrales a falta de una.

Aún así, y a riesgo de que me llamen melancólico o algo peor, yo sigo buscándola en los rostros de la gente, en esta ciudad a la que han venido tantos provincianos que no ha tenido más remedio que convertirse en universal.

ravalajear

El Quijote en el siglo XXI

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