"La Vida ya Muerte, como el músico e iconoclasta galés John Cale señaló una vez, son sólo cosas que haces cuando estás aburrido"
N. Gaiman, Muerte: lo mejor de tu vida.
N. Gaiman, Muerte: lo mejor de tu vida.
Había una vez en la Ciudad Condal, un hombre al que los amigos llamaban Manolito El Elefantito; este mote no le venía por su gran memoria, o su peso, de hecho era más bien bajito y delgado, era por el tamaño de su miembro. Solía salir de la ducha y golpear con él las paredes mientras imitaba el sonido de una batería, se dice que una vez incluso en un concierto, puesto que nuestro hombre llegó a tener una banda de música famosilla, se lo sacó y comenzó a tocar la batería, se podía decir que era la polla a la batería.
Pues resulta que este hombre, de origen más bien humilde, había hecho mucho dinero, de la manera que tanta gente hizo en España en la época del ladrillazo, heredó una casa de sus padres y otra de sus tíos, y mirando el mercado vio que valían un dineral. Incluso vendió la que él tenía en el centro y se compró otra en las afueras para ganar más dinero todavía. Con el dinero que sacó de vender esas casas invirtió en otras, y cuando se quiso dar cuenta tenía cinco casas y seis en alquiler, todo un patrimonio para el paquidermo. Dejó el trabajo que tenía en una imprenta y se dedicó a invertir por diversas ciudades del país, hasta que calculó que tenía el suficiente dinero para vivir sin trabajar el resto de su vida.
Se compró un buen coche, un traje armani y un peluco marca buena, y se dedicó a realizar el sueño de su vida. Durante muchos, muchos años, las mujeres se habían reído de él, era pequeñito, muy delgado y desde joven alopécico, y en cuanto a lo otro, pues eso, el tamaño no siempre importa. Montó una banda de rock, y actuó a lo largo y ancho de Cataluña, tocaba por muy poco dinero o gratis, ya que él lo que quería era tener un grupito de fans que le adoraran como a un dios. Pero claro, a su edad, sin saber cantar ni componer, sin haber estado en OT, pues no funcionó. Así que harto de todo recurrió al plan b. Había observado que en ciertos bares, discotecas, había muchas veinteañeras extranjeras que revoloteaban alrededor de hombrecillos con mucha pasta, para que les invitaran a copas, a droga y se imaginaba que luego ellos se lo cobrarían en carne. Así que cogió su traje, peluco y coche caro y se fue para el Buda. Tras la segunda botella de cava del norte, champán creo que le llaman en esas tierras, ya tenía tres niñas de veinte añitos con él, riéndole las gracias y extasiándole con sus perfumes caros, los generosos escotes sin sujetador, y las risas profidén. En poco, una enorme erección se hizo con el elefantito y el pantalón, empezó a acusarlo notablemente, estaba eufórico y pensaba tener la mayor noche de sexo de su vida, con varios de aquellos bocados celestiales.
Humo, alcohol, perfumes caros, mucho rojo, música trance, softrance, minimal... House, los budas con su falso dorado, los camareros y camareras topmodel en paro, mucho billete de cien euros, risas falsas, oro, mucha ropa negra y el tiempo como suspendido, flotando alrededor de Manolito que poco a poco se levanta, todo el mundo está muy quieto, ¿será una broma? ¿Un juego? Sólo se mueve una persona, sentada en una silla acolchada, un sillón dirían otros, una chica joven, muy pálida, vestida de negro y con las uñas pintadas de negro, tiene pinta de cantante adolescente, de rock-star, de su cuello cuelga un Ankh egipcio, y entre sus piernas, apoyando en el suelo tiene un paraguas negro. Cuando nota que Manolito le ve se levanta y se acerca a él, ¿te lo has pasado bien? Dice con una voz que podría dibujarse con colores púrpuras... eh... sí... Pero, ¿por qué me lo dices en pasado? Porque es la hora. ¿Ya? Sí. Manolito mira atrás con pena, pero no se nota apenado, más bien siente alivio. Se abotona la chaqueta con parsimonia, y sale del local acompañado de la chica, la calle bañada de naranjas y sirenas, y el aire, el aire como siempre nocturno, oscuro y nocturno...
Pues resulta que este hombre, de origen más bien humilde, había hecho mucho dinero, de la manera que tanta gente hizo en España en la época del ladrillazo, heredó una casa de sus padres y otra de sus tíos, y mirando el mercado vio que valían un dineral. Incluso vendió la que él tenía en el centro y se compró otra en las afueras para ganar más dinero todavía. Con el dinero que sacó de vender esas casas invirtió en otras, y cuando se quiso dar cuenta tenía cinco casas y seis en alquiler, todo un patrimonio para el paquidermo. Dejó el trabajo que tenía en una imprenta y se dedicó a invertir por diversas ciudades del país, hasta que calculó que tenía el suficiente dinero para vivir sin trabajar el resto de su vida.
Se compró un buen coche, un traje armani y un peluco marca buena, y se dedicó a realizar el sueño de su vida. Durante muchos, muchos años, las mujeres se habían reído de él, era pequeñito, muy delgado y desde joven alopécico, y en cuanto a lo otro, pues eso, el tamaño no siempre importa. Montó una banda de rock, y actuó a lo largo y ancho de Cataluña, tocaba por muy poco dinero o gratis, ya que él lo que quería era tener un grupito de fans que le adoraran como a un dios. Pero claro, a su edad, sin saber cantar ni componer, sin haber estado en OT, pues no funcionó. Así que harto de todo recurrió al plan b. Había observado que en ciertos bares, discotecas, había muchas veinteañeras extranjeras que revoloteaban alrededor de hombrecillos con mucha pasta, para que les invitaran a copas, a droga y se imaginaba que luego ellos se lo cobrarían en carne. Así que cogió su traje, peluco y coche caro y se fue para el Buda. Tras la segunda botella de cava del norte, champán creo que le llaman en esas tierras, ya tenía tres niñas de veinte añitos con él, riéndole las gracias y extasiándole con sus perfumes caros, los generosos escotes sin sujetador, y las risas profidén. En poco, una enorme erección se hizo con el elefantito y el pantalón, empezó a acusarlo notablemente, estaba eufórico y pensaba tener la mayor noche de sexo de su vida, con varios de aquellos bocados celestiales.
Humo, alcohol, perfumes caros, mucho rojo, música trance, softrance, minimal... House, los budas con su falso dorado, los camareros y camareras topmodel en paro, mucho billete de cien euros, risas falsas, oro, mucha ropa negra y el tiempo como suspendido, flotando alrededor de Manolito que poco a poco se levanta, todo el mundo está muy quieto, ¿será una broma? ¿Un juego? Sólo se mueve una persona, sentada en una silla acolchada, un sillón dirían otros, una chica joven, muy pálida, vestida de negro y con las uñas pintadas de negro, tiene pinta de cantante adolescente, de rock-star, de su cuello cuelga un Ankh egipcio, y entre sus piernas, apoyando en el suelo tiene un paraguas negro. Cuando nota que Manolito le ve se levanta y se acerca a él, ¿te lo has pasado bien? Dice con una voz que podría dibujarse con colores púrpuras... eh... sí... Pero, ¿por qué me lo dices en pasado? Porque es la hora. ¿Ya? Sí. Manolito mira atrás con pena, pero no se nota apenado, más bien siente alivio. Se abotona la chaqueta con parsimonia, y sale del local acompañado de la chica, la calle bañada de naranjas y sirenas, y el aire, el aire como siempre nocturno, oscuro y nocturno...
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